Diario fotográfico: Grand’Anse
Uno de los departamentos más al sur del país, hogar de ciudades como Jérémie y Abricots, Grand’Anse es donde los cruceros costeros se encuentran con las aventuras en tierra firme.
Entre montañas y valles, la gente del departamento de Grand’Anse está abierta y ansiosa por hacerse una vida. Si alguna vez estás de excursión por un pueblo fuera de las principales ciudades, notarás que la travesía que algunos agricultores y vendedores realizan para vender sus productos todos los días es nada menos que un milagro.
La infraestructura moderna no es solo cosa de las grandes ciudades de Haití. En Jérémie, un enorme puente conecta los dos extremos del río Grand’Anse, permitiendo el paso de coches y motocicletas, y proporcionando un trayecto muy pintoresco.
Para aquellos cuyos viajes son un poco más cortos, un rápido paseo a través de las aguas del río Grand’Anse los lleva directamente a su destino. Agricultores, vendedores y transeúntes a veces pueden verse cruzando rápidamente, mientras el sol de la mañana temprano o del final de la tarde brilla sobre el agua.
Algunos de estos viajeros diarios — cuando las escuelas están abiertas — son estudiantes. A menudo hacen el viaje diario en pequeños grupos con sus amigos, para llegar a sus escuelas en las ciudades cercanas. Cuando la escuela está cerrada, se les puede ver corriendo y riendo por los mismos caminos, bajo el suave calor del verano.
El puente en Marfranc es uno de esos lugares que forma parte del paisaje diario para los estudiantes que viven en las áreas alrededor de él, pero que puede añadir emoción a la visita de cualquier turista al departamento de Grand’Anse.
Como en cualquier lugar de la zona rural de Haití, el departamento de Grand’Anse está lleno de opciones de hoteles, posadas y bed-and-breakfast para que puedas elegir. ¿No estás seguro de dónde alojarte? Fácil: ¡pregunta a un local!
Para estas ciudades costeras como Corail, no se puede exagerar la importancia de la pesca local. La venta al por mayor y al por menor es la forma en que muchas personas ganan la vida, ponen comida en sus mesas y en las de sus clientes.
La belleza de los pueblos que rodean el río Grand’Anse es que han aprendido a abrazar y adaptarse a su arquitectura natural. Alrededor de la corriente, han surgido parcelas de vegetales y pequeñas casas, sin llegar a perturbarla nunca.
Los pescadores y pescadoras no son ajenos al agudo arte de escalar, eviscerar y preparar pescado para las ventas del día. Cuanto más fresco, mejor; a menudo, la pesca de la mañana se convierte en un almuerzo o cena frito o guisado por la tarde.
Los pueblos de montaña también tienen sus propias comunidades activas y bulliciosas. Los agricultores y vendedores bajan a los pueblos principales donde traen y venden productos frescos. A menudo, también surgen escuelas en estas áreas remotas, aliviando la carga de los estudiantes que de otra manera tendrían dificultades para pagar la matrícula en ciudades como Jérémie, Abricots o Pestel.
La gente de Grand’Anse tiene corazones tan vastos y abiertos como sus lugares de origen. Si tienes la oportunidad de conducir hasta allí, es una experiencia que vale la pena vivir y volver a contar.
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